En la entrada de hoy vamos a hablar sobre uno de los alimentos más deliciosos que podemos encontrar hoy en día. Nos estamos refiriendo al cruasán, perfecto para desayunos y para un picoteo informal. Comenzaremos descubriendo su origen y a continuación mostraremos algunos consejos para que reconozcais un producto de calidad.

Una delicia de origen alemán

Para encontrar el origen del cruasán, o croissant en su denominación francesa, tendríamos que remontarnos al siglo XVII, más en concreto al año 1683. El conflicto contra los turcos iba en aumento y éstos ya habían puesto pie y medio en Europa con la invasión de Hungría y las tierras próximas al Danubio. Su avance era imparable y se dirigían directamente hacia Austria.

En aquella época el Imperio Otomano era un rival que parecía imbatible. Y ahora le llegaba el turno a Viena, considerada el último bastión de la cristiandad oriental. El visir Mustafá sitió la ciudad, pero tras varias semanas de lucha no logró vender su resistencia. Así que ideó un plan: esperaría a que llegara la noche y cavaría un túnel por debajo de las murallas.

El gremio que nunca duerme

Todo el mundo estaba dormido aquella noche en la ciudad excepto uno de los gremios más antiguos y respetados de Viena: los panaderos. Cuando los turcos comenzaron su tarea de infiltración éstos se alertaron por el ruido y avisaron a la guardia. Lo que siguió a continuación requeriría su propio artículo, pero en resumen usaron ese mismo túnel para sorprender al ejército invasor y obligarles a levantar el cerco. Las tropas de Mustafá posteriormente serían derrotadas en campo abierto por el rey Juan III Sobieski de Polonia.

Un alimento conmemorativo

En reconocimiento a su labor, el emperador del Sacro Imperio Germánico Leopoldo I concedió grandes honores a los panaderos de Viena. Y éstos, en agradecimiento, elaboraron dos nuevos panes para conmemorar el triunfo: “emperador” y “medialuna”, en clara alusión a la bandera enemiga.

Los franceses se apoderan de la idea

La “medialuna” tuvo una cálida acogida y causó tal sensación que en poco tiempo se comenzó a confeccionar en todo el mundo. Sin embargo, fueron los franceses los que se anticiparon a los demás y se apropiaron de la idea, realizando un intenso trabajo de internacionalización de este producto que llega hasta nuestros días.

¿Cómo reconocer un buen cruasán?

Hay que tener buen ojo para elegir un cruasán de calidad, ya que incluso en París aproximadamente el 85% de los que se venden son de origen industrial y congelados. La vista es esencial y hay que fijarse sobre todo en que la costra esté bien hecha y tenga un suave color a caramelo. Esto es un indicativo de que el croissant está bien cocido y por tanto debes desconfiar de aquellos que tengan tonos pálidos.

Otro ejemplo de calidad es la marca de la plancha de cocción, ya que los cruasanes tradicionales tienen su base en la parte superior y se cocinan al contacto con la placa. Por lo tanto, esta marca nos dice que ha sido hecho un horno artesano. Y por último hay que mirar atentamente el laminado o “feuilletage” y verificar su consistencia, ya que si no son visibles posiblemente se trate de una pobre imitación.